Reformas al Poder Judicial en México
- bernartherran
- 19 jun 2024
- 7 Min. de lectura
Actualizado: 6 ago 2024
La sociedad por más bruta que sea, va a decir que sí, que desea justicia.
Los grupos por más enemistados que estén, van a coincidir en que sí, que se haga justicia.
Las personas, estarán de acuerdo en que se haga justicia (siempre y cuando esa justicia no los persiga).
Y, ¿qué es la justicia?
A lo largo de los milenios, no ha sido definida en una sola fórmula, pero podemos decir con plena seguridad que debe estar basada en la verdad, o no será justicia.
No será posible dar a cada uno lo que le corresponda en términos de justicia si no se conoce quién es cada uno y qué ha hecho o dejado de hacer en las circunstancias particulares en las que se encontraba.
No será posible impartir justicia si se desconoce la verdad de las cosas.
¿Y cómo es que se conocerá tal verdad ?
Averiguarla ha sido el reto constante de la humanidad.
Cada quién consigue una verdad, propia o prestada, y cada uno busca la justicia según su criterio.
Pero la verdad exterior, la objetiva, la que nos articula en común, es una que debe ser apta de medirse, razonarse y calcularse.
¿Cómo llegamos entonces a reconocerla?
Respuesta corta: no hemos podido.
La justicia no existe, si me lo preguntan, pero tenemos vigentes muchos intentos y notorios avances en esa noble búsqueda.
Habrá que voltear a vernos, reconocernos y sentirnos orgullosos de nosotros mismos, si lo que hemos intentado a lo largo de nuestro tiempo ha podido ayudar, con honestidad, a acercarnos aunque sea un poco a esa verdad objetiva.
Médicos, maestros, policías, historiadores, arqueólogos, biólogos, astrofísicos, matemáticos, ingenieros, filósofos, entre tantos otros, incluso sin título, con algo de intuición y curiosidad, quieren saber qué es lo que ocurre, qué hay detrás de todo, pues con base en tal conocimiento podrán aportar en sus áreas, o bien actuar en su vida, o simplemente maravillarse de las causas y efectos.
Algunos la buscan con más intensidad que otros y a distintos niveles.
Responder a una pequeña fracción de verdad que encaje con el resto del rompecabezas de la realidad, suele ser más que suficiente para que una persona alcance premios, elogios y reconocimientos.
¿Por qué nacemos y morimos?, ¿por qué nos enfermamos?, ¿por qué sentimos dolor?, ¿por qué llueve?, ¿por qué sale el sol?, ¿por qué hay vida?, ¿por qué si un fotón no tiene masa sí tiene un límite de velocidad?, ¿por qué hay patrones en el universo?, ¿cuál es la naturaleza de la materia oscura?, ¿cómo comenzó la vida en la Tierra?, ¿existe vida extraterrestre?, ¿qué es la conciencia?, ¿cuál es la naturaleza del tiempo?
A toda esa gente que busca responderse las grandes preguntas, y también las pequeñas, en este caso, se añaden, humildemente, los abogados, o al menos una parte de ellos.
Lo que buscan los abogados, estudiosos de las leyes humanas, de los acuerdos, de las interpretaciones, de las pruebas, de los antecedentes, de las circunstancias particulares del caso; es precisamente la verdad en el aspecto social, humano, político, jurídico (sin dejar de ver los demás).
De tal manera que si la sociedad lleva a cabo acciones recurrentes, que pudieran tener un impacto significativo en el mundo material, tarde o temprano nos pondremos de acuerdo en cuanto a qué tratamiento deberá dársele a tales acciones.
Tales bases, se contienen en leyes humanas, y mientras no se disponga lo contrario, serán obligatorias, al menos en intención.
Así, los jueces, magistrados y ministros, son abogados, especialistas del derecho, aquellos que se encargarán de interpretar la constitución, las leyes y los instrumentos aplicables, con base en esos principios jurídicos, que como seres humanos hemos determinado prioritarios.
Lo anterior, con el objetivo de lograr el abastecimiento de la mayor porción de verdad, y decidir sobre ella en los aspectos humanos.
¿Qué se requiere entonces de un juez, magistrado o ministro?
Lo mismo que de cualquier buscador de la verdad: estudio, preparación, dedicación, honradez y quizá una visión que alcance a ver entre los múltiples velos.
Lo ideal sería entonces, que quien va a decidir sobre la vida de otros, por tener ese poder otorgado socialmente, sea aquel que mejor conozca las leyes, los principios, los derechos humanos que a lo largo de la historia se han reformado y reconocido como prioritarios para lo que llamamos, una sana y digna convivencia humana.
No sólo eso, será mejor que la persona juzgadora reúna las mayores virtudes posibles con el objeto de que sea capaz de distinguir la mayor porción de verdad e impartir con ella esa justicia, de manera eficaz, imparcial y completa.
Así, un buen juzgador, hombre o mujer, será aquella persona que tenga el criterio lo suficientemente elevado para no involucrarse en aspectos personales, para no introducir sus intereses en la decisión a tomar, será aquel que sepa entender el panorama general, aquel que se fije muy bien en los detalles del caso, y con base en tales elementos, decida en una sentencia, qué es aquello que deberá suceder en torno a los elementos de estudio.
¿Cómo podremos entonces descubrir a tales personas?
No es tarea fácil, desde luego, porque para atender a todas las demandas de la población, necesitamos muchos individuos, bien organizados, aptos, que dediquen su tiempo a tales tareas. .
Lo más lógico, dadas nuestras herramientas actuales, es diseñar y aplicar exámenes inteligentes a los candidatos, con la finalidad de descubrir, quienes de aquellas personas postulantes cumplirán mejor con los requisitos buscados.
Hoy en día el Poder Judicial, ese poder que contiene a una parte de los estudiosos del derecho, al menos en México, está repleto de gente impreparada, de visión empañada por ideologías absurdas, de criterios obtusos, contaminada de nepotismo, jugando el juego de la corrupción.
El Poder Judicial no da el ancho a partir de lo que se espera de éste.
Son demasiados problemas, demasiadas verdades por averiguar, demasiados asuntos, muchas veces más complejos de lo que se puede abordar en la práctica, muchas otras, en verdad improcedentes e innecesarios, que en cambio saturan los tribunales.
Decir que el Poder Judicial no da el ancho, no significa que no se haga nada, por el contrario, el personal que ahí labora muchas veces tiene qué resolver más asuntos de los que su cabeza les permite y no por falta de capacidad, sino por exceso de trabajo.
El Poder Judicial, no solo tiene la complicadísima tarea de asimilar la verdad de cada caso que se le presente, a partir de las pruebas aportadas, según las reglas del procedimiento, sino que a partir de tales verdades encontradas, deberá decidir, basado en la Constitución, en las leyes, reglamentos, en principios, en acuerdos sociales, internacionales, históricos, legales vigentes, y en otras muchas fuentes, cuál es la situación obligatoria que deberá establecerse a partir de que se emita la respectiva sentencia.
Pero, a pesar de las deficiencias, es real el intento de la sociedad de reunir a gente preparada para ocupar tales puestos.
La necesidad de impartir justicia es verdadero.
Hoy en díá, hay una carrera judicial que tiene el objetivo de fortalecer la impartición y administración de justicia, mediante la profesionalización de las personas que aspiran acceder a un puesto del Poder Judicial, proporcionando los conocimientos teóricos y técnicos necesarios para el ejercicio de la función de impartición de justicia.
¿Qué propone hoy en día la iniciativa de reforma al Poder Judicial?
Sin duda no propone mejorar la situación, no propone una impartición de justicia más sólida, no propone que la búsqueda de la verdad sea real, ni tangible, ni efectiva.
Entre otras cuestiones menores, lo que propone es que aquellas personas que ocuparán los cargos de Jueces, Magistrados y Ministros, sean escogidas por votación directa “del pueblo”.
No sólo eso, se está proponiendo que los candidatos a juzgadores lo hagan a la sombra de partidos políticos, y peor aún, que haya campañas a partir de las cuales las personas puedan conocer a los candidatos.
Es decir, se está proponiendo que la gente escoja a aquellas personas que estarán en los cargos de impartición de justicia.
Se pretende que los partidos políticos, uno de los peores tipos de cáncer en México, estén detrás de tales elecciones. Se propone, prácticamente se impone, que será un derecho de las personas votar a sus juzgadores.
Pero esto, lejos de un derecho, parece un suicidio inducido, un absurdo, una aberración, un insulto a la inteligencia humana.
Se le quiere preguntar a la gente, casi a ciegas: de entre todos estos candidatos del extenso menú; ¿quién quiere que sea su siguiente médico que lo opere del corazón?, ¿quién quiere que sea la persona que construya su casa?, ¿quién quiere que sea el piloto del siguiente avión a tomar?
La gente despistada, desinteresada, ignorante, ¿qué va a saber?
Y la gente interesada, atenta, pendiente, ¿cómo va a enterarse de todo? Según el INEGI[1], a 2020 (última actualización), se registraron 1,437 magistrados y jueces federales en adición a los 11 Ministros de la SCJN.
En las pasadas elecciones presidenciales de junio de 2024, la gente apenas conocía las propuestas de tres candidatos a la presidencia de la república mexicana.
En las supuestas encuestas realizadas recientemente, el 54% de la población encuestada ni siquiera estaba enterada de la iniciativa de reforma al poder judicial, pero aún así, el 75% votó que los Jueces, Magistrados y Ministros de la SCJN debían ser elegidos por elección “del pueblo de México”.
La iniciativa de reforma plantea preguntarle a la gente cuestiones que no deben ser preguntadas sin un plan perfecto que contenga una muy escrupulosa y transparente selección previa de candidatos, que no estén vinculados a ningún partido político, porque de lo contrario, si las designaciones de jueces se dejan a la suerte de las masas, de los intereses políticos, el resultado será alejarnos más, de lo que ya estamos, de la verdad objetiva.
La iniciativa de reforma pretende que haya campañas políticas para elegir a alrededor de mil quinientas personas, que supuestamente harán campañas en radio y televisión. Me pregunto con seriedad: ¿quién va a escucharlos? Sólo aquellos pocos interesados, con tiempo, quienes, lamentablemente sufrirán de la angustia que implica ver como se desmorona la poca razón.
La iniciativa de reforma no debe pasar como está ahora, o esa verdad, que sostiene la idea de Justicia, estará cada vez más lejos de nosotros los mexicanos.
Nadie en su sano juicio intenta acercarse a un objetivo alejándose del mismo.
Nadie avanza retrocediendo; es lo contrario, es un antónimo, una idea incompatible, la antítesis. Pero eso es lo que se va a hallar con la reforma propuesta, esa que tiene el falso discurso de justicia social, esa que repite, que se trata de un mandato del pueblo, de uno, que ni siquiera sabe qué está ocurriendo, ni le interesa saber.
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